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Simplemente una experiencia

  • Foto del escritor: Violeta Ramos
    Violeta Ramos
  • 3 ago
  • 2 Min. de lectura

Desde que tengo memoria, me he dado cuenta de que en cada etapa de la vida hay algo tácito que nos acompaña. Algo que siempre está ahí, en las buenas y en las malas, y a lo que muchas veces solo nos dirigimos cuando el barco de las emociones se está hundiendo.

Es en esos momentos cuando esa compañía se hace presente, no de forma visual sino de cualquier otra forma, te hace notar su presencia, brindándote tranquilidad y ayudándote a salir a flote otra vez. Con el paso de los años, busqué esa presencia incluso en mis momentos buenos, y me di cuenta de que se hacía más presente, más clara e indiscutible para los caprichos del pensamiento.

Combinado con una sensación de agradecimiento, se vuelve poderoso y único, y te lleva a un estado de éxtasis incomparable con ninguna otra experiencia. Nunca he tomado drogas, pero no me imagino que pueda ser mayor este estado, amén de que te juegas la salud.

En esos momentos se siente una unión con todo; no se puede imaginar la maldad en la tierra ni entender los problemas individuales de cada uno, sabiendo que hay algo en común que brinda bienestar, paz, armonía y sabiduría para tu propio camino y que está al alcance de la mano.

Muchas otras culturas ya han hablado de esto y le han puesto diferentes nombres. Para mí, no es relevante el nombre, ya que la sensación en sí tampoco se puede describir con palabras, pues me parecen limitadas para expresar la experiencia.

Encontrarlo en uno mismo, sostenerlo y cultivarlo deberían ser obligaciones del ser humano para poder convivir en un mundo justo, libre y en paz, con personas que llevan en sí mismas armonía y serenidad. No quedaría otra posibilidad que construir eso, habiendo gente feliz.

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